miércoles, 8 de diciembre de 2010

Homeostasis




Hay una presión. Un peso. Una sensación de ahogo que me persigue. Ansiedad. Me falta el aire. Mi boca se seca. Mis pulmones se vacían. Noto como mis células luchan por sobrevivir. El equilibrio homeostático se ha roto. Luchan por no secarse, por no perecer. Me duele el pecho. Me cuesta respirar. Imágenes. Voces. Palabras sin sentido. Retorno al pasado. Vuelvo al presente. Reboto en un futuro sin sentido. Y vuelta a empezar. Las manos están entumecidas. Los pies helados. Noto un extraño hormigueo por la espalda, que sube y sube hasta mi nuca. Ahí repiquetea, se hace intenso. Duele. Me doy cuenta de que algo se está desprendiendo de mí, que algo se separa. Se va. Huye. Se aleja. Coge carrerilla y vuelve corriendo hacia mi. Choca conmigo y vuelve a entrar arrasando todo lo que encuentra a su paso. Sigue desecando mi cuerpo. Escucho a mis células gritar, a mi cerebro debatirse entre tantas malas opciones. 
Es la soledad, que ha venido unos días de visita. Ya sabes, la Navidad le hace acordarse de los viejos amigos.